Muchas veces pensamos en la escritura como un proceso en el que tenemos que lidiar con la hoja en blanco a solas. Hay veces en las que funciona así, pero también hay otras en las que necesitamos un par de ojos extra que nos ayuden, y ambas son totalmente válidas. Creo firmemente que cada proceso de escritura es único y cambiante, pues varía para cada persona y texto. Puede, por ejemplo, que tengamos un avance considerable de nuestro borrador y nos preguntemos si la voz narrativa está funcionando. Puede que tengamos esta misma pregunta con tan sólo unos cuantos párrafos escritos. En cualquier caso, si para poder tomar una decisión necesitamos la opinión de alguien más, lo que estamos buscando es una lectura alfa (también llamada “lectura cero”).
De manera breve, podemos decir que una lectura alfa es la que se realiza cuando nuestro texto está en proceso de creación. Esto significa que aún es un borrador, y que no necesariamente tiene que estar terminado. Puede incluso que nuestro borrador tenga notas, versiones distintas de algunos fragmentos, e incluso huecos que aún no llenamos. La lectura alfa nos da una opinión general sobre nuestro texto, pero también puede responder preguntas concretas si lo solicitamos.
Así como no hay una manera única, correcta ni incorrecta de escribir, tampoco hay un manual a seguir para realizar una lectura alfa. Según el criterio propio, se puede realizar esta lectura en distintos momentos de la escritura. De igual manera podemos elegir a la persona que será nuestra lectora alfa entre nuestras amistades, familiares, colegas, o preferir que sea totalmente desconocida. En este aspecto, es importante considerar que el tipo de retroalimentación que podemos recibir va a depender del perfil de la lectora alfa, y también acotar que no todo el mundo puede hacer esta labor.
Es muy común recurrir a una persona cercana para obtener una opinión de nuestro borrador, pero puede que esta misma cercanía no permita una lectura objetiva ni comentarios del todo honestos. También es posible que esa persona sea cercana a nivel personal, pero no necesariamente tenga el suficiente contacto con el tipo de texto que estamos escribiendo, lo cual puede no ser de mucha ayuda. Por último, podemos tener a la persona ideal, pero puede enfocarse en aspectos que no necesitamos en este momento. Por ejemplo, hay quienes no pueden leer un texto sin detenerse a corregir la ortografía o, al más puro estilo de Oscar Wilde, leer un párrafo una y otra vez hasta encontrar el lugar ideal para una coma que terminará sobrando en la edición final.
Una lectura alfa debería ayudarnos a identificar errores estructurales, a confirmar si el planteamiento de la historia es plausible, si un personaje es auténtico o necesita desarrollarse más, y estos son aspectos que pueden quedar en segundo plano si el enfoque de la lectura se centra en la corrección de estilo, que debería realizarse en una etapa posterior. Por eso es importante que quien realice una lectura alfa pueda mantener una visión general del manuscrito. Puede ser alguien con experiencia escribiendo, editando textos, o incluso narrando historias (si nuestro texto entra en esa categoría, por supuesto), o simplemente elegir a quien pueda mantener una visión general y objetiva de nuestro borrador.
Para encontrar a quien pueda realizar una lectura alfa lejos de nuestro círculo cercano, podemos acudir a grupos creados con esa finalidad, a comunidades en redes, o a plataformas de escritura en la que la revisión entre pares cumpla esta misma función. Una lectura alfa no sustituye el trabajo de edición, pero puede ser un paso previo de mucha utilidad. Cuando nuestro texto ya está terminado también podemos buscar la opinión de otro par de ojos… pero eso ya corresponde a una lectura beta, que merece su propia entrada.
