¿Aún sabré leer? ¿Aún podré? Sé que no he olvidado cómo decodificar palabras escritas, pero cuando me hago estas preguntas me refiero a la lectura como actividad. Me pregunto si aún seré capaz de sentarme con un libro entre las manos y leerlo sin quedarme dormida de cansancio, si podré encontrar en el texto algo más de lo que está escrito con palabras.
Hay temporadas en las que la carga laboral drena toda la energía que una pueda usar para actividades como la lectura o la escritura. Para no naufragar en ese oscuro mar de la falsa realización profesional, organicé un intercambio de libros con mis colegas más cercanas. No quiero decir que el trabajo duro no sea sinónimo de realización profesional, quiero acotar. Me refiero a que en estos días trabajar una gran cantidad de horas extra se suele interpretar como una gran cualidad, aunque esa sobrecarga implique renunciar al tiempo y espacio que necesitamos para nosotras mismas. La única manera de sobrellevar esta situación con dignidad y cordura es convenciéndonos de que es sinónimo de realización profesional… En fin.
Volviendo al punto inicial, organicé un intercambio de libros. Además de tomarlo como una oportunidad para retomar la lectura en un momento tan difícil para todas, decidimos que esa pequeña dinámica fuera nuestro granito de arena para apoyar a librerías y editoriales locales, que tenían un futuro más incierto que el nuestro por delante. Con el intercambio vino una reunión virtual para compartir qué libros recibió cada una, y posteriormente la idea más maravillosa de esta interminable cuarentena: reunirnos una vez más, un mes después, para compartir impresiones de nuestra lectura. Esta primera reunión fue todo un éxito, y gracias a ella nació un club de lectura que en otras circunstancias habría sido tal vez imposible, más que nada porque el tiempo no era nuestro mejor aliado.
Al inicio de nuestro club intentamos hacer lo que hacen todos los clubes de lectura: leer juntas el mismo libro, y posteriormente comentarlo. La dinámica no fue muy exitosa, y las diferencias entre nuestros gustos lectores parecía ser todo un reto para mantener el club… Pero las reglas de un club de lectura no están escritas en piedra. Decidimos, entonces, elegir una temática y que cada una eligiera un libro distinto. Leímos libros del Black Writers Matter, libros ambientados en México, libros que inspiraron películas, libros de escritoras mexicanas, y la lista sigue y sigue. A veces no nos da tiempo de terminar nuestra lectura (y a veces no todas leemos, debo aceptarlo). A veces no nos da tiempo de comentar todos los libros en la misma reunión. ¡A veces acordamos leer un libro y leemos otro! Nada de eso importa. Leer no es una competencia, ni una lista que marcar, y tampoco tiene por qué ser una actividad solitaria. Podemos leer juntas sin leer lo mismo, y prueba de ello es el Club de las quesadillas de cáscara de papa, gracias al cual me salvé de un naufragio y descubrí que aún no se me olvida cómo leer.

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